Ahora enfoquémonos, como quien con cámara en mano guía la atención, en un asunto un poco más personal, más íntimo; la libertad de quien es música (con suerte) por unos minutos.
Un sujeto X toca la guitarra como si no hubiese mañana rodeado y ayudado por compañeros o amigos o músicos o todo junto y con bigotes. El sujeto deja de ser Aurelio Miravaldes para ser ejecutante número 2 (la voz toma el protagonismo en casi todas las oportunidades), deja su persona cotidiana que va al mercado y paga cuentas y besa y putea y olvida cumpleaños; ahora es sólo similar a esa materia efímera de la que está hecho el recuerdo de un olor y el placer.
La música, como pocas otras artes, no por mejor sino por distinta, logra hacernos ser el arte por ese rato que estamos arriba del escenario. No somos Otelo ni somos Piazzola, no somos otra cosa que música. Entonces el público presencia una transformación, una reencarnación, una metamorfosis y la apertura de una puerta que deja ver al final de un pasillo largo un costado de la música. He aquí la magia de la música en vivo, que batalla con el placer de abandonar cualquier estímulo no musical mientras se escucha un disco.
Pero no abordaremos esta pequeña batalla moderna, sino sólo aquello a lo que alcanzamos con la mano estirada (o suponemos hacerlo).
Entonces, ya lejos de las proposiciones políticas y las recomendaciones, pregunto: ¿existe otro placer musical que el de salir de nosotros? ¿Qué se disfruta sino el viaje, el paseo? Ya sea uno el señor Miravaldes o el oyente número 17, ¿qué buscamos sino salir de nosotros para decir o escuchar en otro lugar, más claro y sin desdobles? ¿Hay otra promesa que la de liberar al afortunado que se hace música?
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3 comentarios:
Creo que no hay disfrute mayor que esa sensación que se presenta a veces, tocando en vivo o ensayando.. Se produce cuando mirás (o sentís) a quienes están tocando con vos y te dás cuenta que justo en ese instante todos comparten la misma sensación de.. lo que sea. Entonces dejás de ser vos para pasar a ser algo mas grande, algo que te incluye pero te supera, entonces se te pone la piel de gallina, y la habitación se llena de una energía de ganas de vivir irreproducible.
Yo recomiendo (modestamente y si usted me lo permite querida) la lectura de El juego de abalorios, de Herman Hesse. Que es un libro que habla de la música, y de casi todas las demás cosas del universo, pero con respecto a la música.
Por ahí no se deja leer tan fácilmente, porque hay que hacerlo más con una contemplación oriental que con un espíritu indagatorio occidental. Pero da placer.
Y sí, sí, yo sospecho (intuyo) que la armonía es una ley fundamental, y que algo tendrá que ver con el baile de los planetas, con las mudanzas astrales, con el canto de los gallos, con la circulación de la sangre.
¿Alguien sabe algo más que yo sobre esa nueva teoría de las cuerdas? Explíquenme. Quiero saber.
Me sigue gustando el simple folletín.
Y entonces despues de haber leido todo esto, me siento menos incomodo por no conocer tanto el nombre del batero que toco en el XXXVII recital de "lamulaconpiojos rnr" y simplemente disfrutar escuchando musica.
Salute
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